Las mujeres del siglo XXI queremos ser madres, esposas, profesionistas, ciudadanas, gobernantes y además tener un buen aspecto físico, una salud inquebrantable y recursos económicos en bonanza… todo a la vez, y este concepto no tiene vuelta atrás, nuestra meta es tener una vida plena capaz de ser llamada así. Día a día muchas mujeres profesionales pensamos en cómo alinear trabajo, familia e intereses personales.
Pero ¿En dónde inicia todo este proceso? La personalidad en el ámbito de los negocios, nuestro modelo de comportamiento en la empresa, se desarrolla y se manifiesta, no en el momento en el que entramos a formar parte de la fuerza productiva, sino desde la infancia.
Pensemos que los niños varones hacen más deporte que las niñas. Se acostumbran de forma natural a “jugar” en equipo, en donde cada participante tiene una posición y responsabilidad y se fomenta el rol de una figura de capitán, el niño “más fuerte” que indica cómo hacer las cosas y que es el más admirado y ganador.
Luego ya en el ámbito profesional, tal ejecución se convierte en la dirección del Super Hombre, con un estilo orientado a la acción, a dar órdenes y a que sus colaboradores sigan sus indicaciones esperando castigo o recompensa. Por lo tanto la competitividad, la dureza, el lenguaje soez y el control de las situaciones son comportamientos buscados y admirados.
En otro escenario, las niñas se acostumbran a jugar buscando “consenso” entre las participantes, aclarar disgustos en petit-comité, llorar un poco, para luego encontrar un acuerdo entre los deseos, las ideas y expectativas de cada participante dedicando la mayor parte del tiempo a conversar.
Pasado el tiempo la mujer profesionista traslada la mayoría de esos comportamientos en el ámbito profesional y no requiere tanto de una autoridad formal para dirigir. Su gestión de mando se centra en alcanzar poco a poco el reconocimiento de todos los miembros mediante su participación activa. Se valoran entre otras cosas el saber escuchar, tener apertura y decidir en equipo. Aprovecha el entorno íntegramente pues no tiene temor ni se percibe “débil” al expresar sus emociones de forma inteligente
Lo anterior no quiere decir que un estilo es usado exclusivamente por varones y otro por mujeres. Si bien tendemos a utilizar las capacidades y experiencias adquiridas desde la niñez, cada persona debe potenciar su forma natural de “ser persona” para dar un matiz o toque particular y valioso a su labor profesional.
Buscar y promover la alineación entre la vida laboral, familiar y personal se traduce en una situación de ganar-ganar, tanto para la empresa como para la mujer. Esto implica un cambio drástico en las políticas no sólo de contratación, sino de promoción de las compañías. Se debe erradicar la falsa apreciación de que la adicción al trabajo y la cultura de largas jornadas laborales implican necesariamente una mayor productividad.
Es fundamental abandonar la rigidez directiva que dificulta la flexibilidad espacial o temporal de los empleados, acabar con el prejuicio de que la maternidad es un handicap tanto para la empresa como para la propia mujer, que es vista únicamente bajo el prisma profesional. Por último, favorecer las medidas de conciliación de la vida laboral y familiar –las que sean factibles en cada empresa en función del perfil de su plantilla y las características de su producción–. En esto hay diferencias entre grandes y pymes pero hay más factores que lo determinan.
No todas las empresas utilizan todas las medidas: algunas están contempladas en la ley, otras van más allá. Muchas no tienen coste para el empresario y constituyen tan sólo una cuestión de cultura empresarial. Lo cierto es que cada empresa debe buscar aquellas medidas factibles para posibilitar la conciliación de la vida laboral, familiar y personal de su plantilla, al tiempo que los colaboradores aumentan su compromiso con la empresa.
No se trata de imitar a los varones o intentar ser Super Wo(man). Se trata de que varones y mujeres debemos ser complementarios en todas las actividades humanas. El verdadero sentido de la vida debe llevar a que cada mujer en el ámbito de acción que le corresponda, ya sea en el hogar, la empresa o el gobierno, desarrolle capacidades que permitan crear una cultura de integración.
El reto es que seamos capaces de vivir el trabajo -hombres y mujeres- como un valor compartido con otros intereses de la vida, fundamentalmente la familia y la trascendencia como personas.
Enhorabuena por todos los hombres y mujeres valientes que lo viven de esa forma.
Silvia Ahumada (@silvia_ahumada)
Profesora de Dirección de Personas
Nota: Le invito a que consulte la Especialidad Europea en Dirección de Personas
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